El actual Dalai Lama, Tenzin Gyatso, asumió su rol de decimocuarto Dalai con tan solo 15 años, y desde entonces se ha ocupado de promover la paz, el cariño, la tolerancia, la empatía y la gratitud. En 1989 obtuvo el Premio Nobel de la Paz y también ha dedicado su vida a dar conferencias, talleres y debates para ahondar en los problemas ambientales mundiales.
Para los budistas del Tíbet, el Dalai Lama es un ser supremo iluminado y líder espiritual. Ellos consideran que los Dalai Lamas son encarnaciones del Avalokiteśvara (el Bodhisattva patrono del Tíbet, que alude a alguien embarcado en el camino del Buda de manera significativa), y creen que, tras su muerte, su conciencia tarda un intervalo de cuarenta y nueve días, como máximo, para encarnarse de nuevo en un infante que ya, desde su nacimiento, puede dar señales de su carácter especial.
Para llegar a ser Dalai Lama hay que recorrer un largo camino que comienza desde la niñez. Los niños que representarán al Dalai Lama son encontrados desde muy pequeños e inician un proceso de preparación. Para comenzar, los dirigentes tibetanos (quieres deberán confirmar qué niño es la reencarnación) consultan un oráculo oficial que les ofrece las posibilidades sobre el potencial infante a elegir, aunque esta información suele complementarse con sueños o visiones.
Cuando el Dalai parte de este plano, se realizan rituales y pruebas para asegurarse de que el niño elegido es la reencarnación del anterior. Tanto el pequeño como su familia son llevados a estudiar la línea budista para que este re-aprenda el conocimiento acumulado en vidas anteriores, y se prepare para el liderazgo espiritual de su pueblo.
Les compartimos una de sus enseñanzas: “Si alguna vez te niegan una sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya. Porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa, como aquel que no sabe sonreír a los demás”, Tenzin Gyatso.